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Profesorado formándose y trabajando cooperativamente |
El pasado 2 de diciembre de 2011, Cospedal anunciaba la desaparición de los 33 centros de profesorado de la Comunidad de Castilla-La Mancha. Tras mostrar abiertamente sus prejuicios y acusar a estos organismos de ser "centros de implantación de doctrina", como hiciera años atrás su compañero Xavier Gisbert -en este caso, en referencia a los CAP madrileños, con los que también arrasó-, señaló que se crearía un único centro.
Dejando a un lado la barbaridad que supone terminar de un plumazo con una conquista histórica, la de la creación de centros donde los profesores y profesoras puedan formarse, renovarse, compartir experiencias... desde el martes pasado, habemus nuevo y "revolucionario" Centro Regional de Formación del Profesorado.
Dice el consejero de Educación, Cultura y Deportes, Marcial Marín, que este centro "va a revolucionar el concepto de educar y de enseñar" con formación online y cursos a la carta. Supongo que para personas que creen en la formación del profesorado específicamente en su materia (es decir, que el profesor de matemáticas sepa más de su materia aunque después no tenga la menor idea de cómo enseñarla, cómo sacar el mayor partido de su alumnado, etc.), que no creen en la participación de las familias en la escuela y que realizan un uso muy básico de las tecnologías de la información y la comunicación, hacer formación online es toda una revolución.
Afirma también Marín que "con lo que antes costaba formar un solo profesor ahora se va a poder formar a seis docentes", lo cual demuestra el concepto obsoleto y anacrónico que aún tienen los responsables educativos respecto a la formación del profesorado. Desde hace mucho tiempo, en los centros de profesorado se incide en el fomento de los Proyectos de Formación de un centro completo (o mejoramos el colegio o el instituto entre todas y todos, o nuestra formación no tendrá mucho sentido) y ya se están empezando a ver los primeros frutos. Ya hay centros que no sólo han mejorado sus niveles en pruebas de evaluación externas, sino que están siendo partícipes de una auténtica transformación escolar y social.
Por otro lado, me parece tan significativa como alarmante la negociación de convenios con las grandes multinacionales de las nuevas tecnologías (Microsoft, HP o Google). Dudo que en mis centros de trabajo la realidad sea sustancialmente distinta a la de Castilla-La Mancha, y considero que con quien merece la pena, de verdad, establecer relaciones de colaboración directa -con el consecuente ahorro presupuestario, dicho sea de paso- es con las universidades, asociaciones de madres y padres, organismos dedicados al fomento y desarrollo de la cultura, etc.
Será que, como "adoctrinadora", compruebo diariamente los buenos resultados de compartir un proyecto educativo común, de ver la implicación de las familias (implicación, no participación en fiestas de fin de trimestre), de la colaboración de los medios de comunicación... Será por eso que cuando leo que estos centros de formación serán "revolucionarios" me acuerdo de mis clases de lengua de 1º de filología, cuando leíamos a Saussure y estudiábamos que el signo lingüístico es arbitrario. La auténtica revolución es la que se está llevando a cabo en muchos centros escolares, en los que la semilla de los proyectos comunitarios, del aprendizaje entre iguales y de la formación dialógica como base del desarrollo de niños y niñas y de la transformación social, está empezando a dar sus primeros frutos.
Las palabras, los gestos, las miradas, la transmisión de valores, el compromiso con la sociedad, la solidaridad con el prójimo, el fomento de un pensamiento libre y crítico... son aspectos que no puede abordar la formación online (ni la del profesorado, ni la del alumnado, que todo se andará) y que se aprenden y se enseñan con las mejores armas que tenemos los seres humanos: el corazón, la palabra y nuestros actos.